Sin embargo, el señor Zorro sorbió y lamió perfectamente todo el plato, sin importarle que la señora Cigüeña no pudiera comer nada. Para vengarse de aquella burla, la señora Cigüeña le invitó a comer poco después. -¡De buena gana iré! -le contestó el señor Zorro - con los amigos no gasto ceremonias.
Sintiéndose un día muy generosa, invitó doña zorra a cenar a doña cigüeña. La comida fue breve y sin mayores preparativos. La astuta raposa, por su mejor menú, tenía un caldo ralo, pues vivía pobremente, y se lo presentó a la cigüeña servido en un plato poco profundo.
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