Trump ha terminado brutalmente con la quimera de que aún son posibles dos Estados en Tierra Santa, con Jerusalén como capital compartida. Lo que queda es un caso de apartheid.
La película "Oh, Jerusalén" es mala, pero lo peor que tiene es que es una estafa. Es una estafa porque utiliza la obra de Lapierre y Collins como cebo, cuando lo único que tienen en común es que ambas están ambientadas en el mismo período histórico. En todo lo demás se parecen como un huevo a una castaña.
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